miércoles, 24 de enero de 2007

Entrevista a Yiya Murano: "Mi conciencia no conoce nada para dormir"

En un local de La Boca ubicado cerca de su casa, Yiya Murano habla sobre su vida personal: asegura tener la conciencia limpia y critica a los medios de comunicación.


Sentada en la mesa de una fonda ubicada sobre la calle Brandsen y Almirante Brown, en La Boca y a tres cuadras de su casa, Yiya aguarda para contar sobre algunos detalles de su vida. Lleva puestos un par de lentes de sol de color verde y rojo que le dan un aspecto jovial pero que casi no permiten verle los ojos cuando habla.
Hace algunos años, para responder al libro que publicó su hijo Martín, Yiya se reunió con el historiador Félix Luna, con quien compartió su infancia en La Rioja. "La verdad verdadera sobre Yiya Murano" hubiese sido el nombre del material que recopilaría cientos de líneas en defensa de la mujer acusada de estafar y matar a tres amigas, pero esas hojas que guardarían sus memorias quedaron en blanco. Por eso cuando le preguntan por ese libro, ella responde: "Era volver a empezar con el tema. Yo sí quiero volver a empezar, pero de otra manera, siempre miro para adelante".
"Mi conciencia no conoce nada para dormir; gracias a dios apoyo la cabeza en la almohada y me duermo". dice la "envenenadora de Monserrat", y entre lágrimas explica que con el paso del tiempo aprendió a ser una persona muy fuerte, por eso no necesita que le tengan lástima.
"Lo único que sé, es que la justicia no funciona. Conmigo se ha equivocado y mucho", afirma con un tono iracundo en su voz pero no tanto como el que toma cuando habla sobre su paso por los medios. "La gente te hunde como si nada y es según cómo estás vos: cuando estás arriba todo está regio, cuando vos estás abajo todos te pisan".
Sin quitar la mirada de una pared que tenía la lista de precios, dice saber quién fue el que mató a sus tres amigas, pero como esa persona falleció, nunca la denunció en la televisión como hubiese querido. "Es fácil culpar a alguien que ya murió y no puede defenderse, por eso preferí callarme. La vida se encargó de hacerme pensar y darme cuenta de que algunas cosas no valen la pena", comparte sus pensamientos en un tono reflexivo.
Cuando el mozo se acerca a la mesa para dejar el ticket, la septuagenaria mujer le pregunta por sus hijos, el hombre sonríe y le cuenta sobre el estado escolar de uno de ellos, se aleja y ella prosigue: "Los diez años que estuve en Tortuguitas –así llama al penal de Ezeiza donde estuvo presa- me resultaron soportables porque nos hacían trabajar, pero cuando salí solo pensé en una cosa: qué hermosa es la libertad".

No hay comentarios: